Cantinflas y Buñuel

Publicado el 13 diciembre, 2012 por Antonio Tausiet


Los dos personajes más relevantes de toda la historia del cine mexicano simbolizan modos distintos de ver la vida y el arte. Sin embargo, en los veinte años que Buñuel estuvo haciendo cine en México (de mediados de los años cuarenta a mediados de los sesenta), se estrenaron veinte películas dirigidas allí por él y otras veinte protagonizadas por Cantinflas.
Ambos habían gozado de éxitos anteriores y posteriores a esa etapa. Ambos basaron su éxito en el humor, con distintas matizaciones. Y ambos fueron, como personas, alabados por quienes les trataban directamente.
Cuando Luis Buñuel llegó a México para dirigir allí su película Gran casino (1947), necesitaba formar parte de un sindicato para poder trabajar. Mario Moreno, Cantinflas, había fundado uno y se ofreció amablemente a afiliar a Buñuel, que así pudo comenzar su carrera mexicana.
Pocos años después, cuando se rodó Susana (realizada en 1950 y estrenada en 1951), los presupuestos de las películas de Buñuel seguían siendo irrisorios. El escenógrafo mexicano Gunther Gerszo lo explica así en el libro Dirección artística. Cuadernos de Estudios Cinematográficos núm. 5 (Universidad nacional Autónoma de México, 2005):
Recuerdo que en 1983, cuando trabajé en Bajo el Volcán (John Huston, 1984), que fue mi regreso al cine después de veinte años de retiro, vinieron periodistas de todo el mundo, y un alemán que sabía que yo había trabajado con Buñuel me preguntó cómo había concebido la escenografía para la película Susana. Se desencantó cuando le dije que nada había sido diseñado especialmente para esa película, porque no teníamos presupuesto. La hacienda que aparece en Susana es la de la película El siete machos (Miguel M. Delgado, 1951), que poco antes yo mismo había hecho para Cantinflas.
La crítica cinematográfica ha abundado en la única escena que a Buñuel le parecía interesante de esa película, cuando los dos jóvenes se esconden en el pozo del patio para no ser vistos, escena inspirada en la Cueva de Montesinos del Quijote, en la que se da la fusión entre imaginación y realidad tan del gusto de Buñuel. Atendiendo a lo que cuenta Gerszo, Susana seduce al hijo del patrón en un lugar que no habría existido si no se hubiera preparado así para la película de Cantinflas. La cual, curiosamente, está escrita por Luis Alcoriza, el mismo guionista que colaboró con Buñuel en varios de sus filmes.
Gunther Gerszo colaboró con Buñuel en Susana (1950), Una mujer sin amor (1951), El bruto (1952) y El río y la muerte (1954). También, como cuenta, en películas de Cantinflas, dirigidas por Miguel M. Delgado: El supersabio (1948), El mago (1949), El siete machos (1951) y un buen puñado más.
Hay un continuo trasvase de actores entre los filmes de ambos, como no podía ser de otro modo: Miroslava Stern, la protagonista de Ensayo de un crimen (Luis Buñuel, 1955), aparece en A volar, joven (Miguel M. Delgado, 1947), cuyo reparto encabeza Cantinflas. Silvia Pinal, la protagonista de Viridiana (Luis Buñuel, 1961), le da la réplica a Cantinflas en El portero (Miguel M. Delgado, 1950). Andrés Soler figura en el reparto de El gran calavera (1949) y El bruto (1952), ambas de Buñuel, así como en Si yo fuera diputado(1952), dirigida por Delgado y protagonizada por Cantinflas. Rosita Arenas es el mismo año la Meche de El bruto (Buñuel, 1952) y la Chelito de El señor fotógrafo (Delgado con Cantinflas, 1953). Arturo de Córdova, el paranoico protagonista de Él (Luis Buñuel, 1953) aparece con un papel similar en el reparto de Ama a tu prójimo (Tulio Demicheli, 1958), película que cuenta también con Cantinflas. Lilia Prado, la viajera en el autobús de Subida al cielo (Luis Buñuel, 1951) y en el tranvía de La ilusión viaja en tranvía (Luis Buñuel, 1953) y la mujer ingenua de Abismos de pasión (Luis Buñuel, 1953), es la pareja de Cantinflas en El analfabeto (Miguel M. Delgado, 1961). Alma Delia Fuentes, Meche en Los olvidados (Luis Buñuel, 1950) es la partenaire de Cantinflas en El extra (Miguel M. Delgado, 1962). Claudio Brook, reverendo en La joven (Luis Buñuel, 1960), mayordomo en El ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962), anacoreta en Simón del desierto (Luis Buñuel, 1965) y obispo en La Vía Láctea (Luis Buñuel, 1969), le da la réplica a Cantinflas en Entrega inmediata (Miguel M. Delgado, 1963). Hay otros casos de actores secundarios que aparecen en las filmografías de ambos, pero la lista mostrada ya da una idea de los cruces de actores entre sus películas.
Pero ahí no acaba la cosa. José Ortiz, el director de fotografía de Susana y La hija del engaño (ambas de Luis Buñuel, 1951), también lo fue de El siete machos (Miguel M. Delgado, 1951) y de Si yo fuera diputado (Miguel M. Delgado, 1952), las dos de Cantinflas.
Todo este texto ha sido redactado para los pocos lectores que lleguen hasta este párrafo final: aquí es donde queda todo aclarado. Buñuel y Cantinflas no tienen absolutamente nada que ver, como es obvio. Buñuel era un artista, un intelectual, una persona con la mirada tamizada por su educación política, su formación en humanidades. Alguien con sólidas bases para crear un universo propio que ha sido valorado unánimemente por todas las personas preparadas que se han acercado hasta él. Un poeta del cinematógrafo, un notario del alma humana, un personaje histórico de relevancia inconmensurable. Cantinflas fue un cómico ingenioso, el representante del sentir popular de un México inculto, sin datos, sin elaboración. El humor de Buñuel atraviesa las capas superficiales para instalarse en el subconsciente, para retar al espectador, para modificarlo. El humor de Cantinflas sirve para reír un rato y volver a comer y a dormir y a comprar y a ver cómo el mundo sigue rodando sin que pase nada, ni por dentro ni por fuera del individuo. La revolución contra la desidia.

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