La historia errante de Neptuno en Zaragoza. Fuente de la Princesa

Publicado el 20 marzo, 2008 por Antonio Tausiet


El 14 de octubre de 1833 se colocó la primera piedra de la fuente de la Princesa, en la plaza de la Constitución (llamada antes de San Francisco y plaza Real de San Fernando; hoy de España) de Zaragoza, conmemorando el juramento como princesa de Asturias de Isabel II. En 1835 se derribó la segunda Cruz del Coso, que estaba a su lado, en un intento de secularizar el entorno. La venta de los materiales de la demolición sirvió para costear herramientas para los bomberos municipales.

Una de las cuatro inscripciones conmemorativas (cinco con la que se añadió en 1946) que luce la fuente dice así:

“Para eternizar el primer acto de fidelidad a Dª Isabel II como princesa de Asturias. Zaragoza, 1833”

Entró en funcionamiento el 24 de julio de 1845. Popularmente se le conoce como fuente de Neptuno, puesto que esa es la figura mitológica que representa. Su escultor, el alcañizano Tomás Llovet, profesor de la Escuela de Bellas Artes de Zaragoza, se inspiró en la fuente del paseo del Prado de Madrid. A los pies del dios, cuatro tritones expelen el agua -además de otros doce caños-, que abasteció a los vecinos del Coso zaragozano y sus inmediaciones. Fue la primera fuente monumental de la ciudad.


El 18 de septiembre de 1902 este monumento de iconografía pagana fue desmontado tras construirse a su lado -desde 1899 hasta 1904- la actual fuente del monumento a los Mártires, recuperando el lugar -la Cruz del Coso- su simbología cristiana.


Sus piedras reposaron en el camino de Juslibol, junto a grandes piezas de hierro de la Puerta del Duque, y después en un almacén de materiales de desecho del Ayuntamiento al final de la calle Heroísmo, junto a la antigua Puerta Quemada. En 1933 se llevó a las Balsas de Ebro Viejo. Y en 1935 -por poco tiempo-, se reconstruyó en la Arboleda de Macanaz, donde lucía semi abandonada y sin fluir agua, hasta que volvió a ser desmantelada para llegar a su actual destino.


Desde el 24 de julio de 1946 mana de nuevo, ocupando el centro de la glorieta de la Princesa en el parque Primo de Rivera (esperemos que pronto oficialmente “parque Grande”, remozado y sin la terrible plaga de cotorras que lo asola con sus nidos gigantescos).

Allí me hicieron una foto con mi padre a finales de los años sesenta. Y allí me bañé varias veces con un grupo de amigas y amigos ciertas madrugadas de mediados de los noventa.



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