Revisitando a Kusturica


Revisitando a Kusturica
Por Antonio Tausiet
www.tausiet.com

El cine de Emir Kusturica (Sarajevo, 1954) se puso de moda en los años 90, junto con el éxito de las bandas sonoras que le firmaba Goran Bregovic. Una mezcla muy balcánica de pasiones extremas y humor que nos hizo interesarnos por Yugoslavia, precisamente cuando acababa de dejar de existir. Con el cambio de siglo y tras el bombardeo ordenado por Javier Solana en 1999, la crítica fue abandonando al director paulatinamente, a medida que su cine se hacía más libre, desenfadado, gamberro y divertido. Fue cuando yo empecé a amarlo de verdad, hasta el punto de que hoy ya puede hacer la película que le dé la gana, buena o mala, que disfrutaré con sus idas de olla tan tiernas y salvajes a la vez.

En 2017, Emir Kusturica sobrevive abandonado por muchos, a los que ha ido dejando en el camino. En el campo musical, tras distanciarse de Bregovic hace ya muchos años, ahora lidera la antigua banda fundada por el humorista Nele Karajic, “No Smoking Orchestra”. La crítica musical argentina, que se rindió a sus pies, hoy le considera un estafador. Es probable que él mismo se haya buscado todo esto. El protagonista y guionista de su película de 2016 ya es él, y su hijo su compositor de cámara. Pero Emir Kusturica es un genio vivo del cine. Su legión de detractores ya no ve que hasta en la comedia más enloquecida continúa ofreciendo sus piedras preciosas de crítica al occidente capitalista y de canto a la vida más allá de convencionalismos encorsetadores.

No puedo evitar comentar una de las aficiones de Kusturica: construir pueblos (o más bien, enclaves turísticos). En 2004 levantó el primero, en Serbia, para el rodaje de La vida es un milagro. Se llama Drvengrad (“la ciudad de madera”), aunque también es conocido por Kustendorf (“el pueblo de Kusta”, apodo del director). De hecho ése es también el nombre del festival de cine anual que se celebra allí desde 2008. En 2014 inauguró, en la zona serbia de Bosnia, Andricgrad (“la ciudad de Andric”) en honor al novelista yugoslavo Ivo Andric, premio Nobel en 1961. Su nombre provisional fue Kamengrad (“la ciudad de piedra”) y fue ideada en principio como localización para la adaptación al cine de la novela de Andric Un puente sobre el Drina, no realizada. Y entre 2013 y 2015 se pretendió construir Kraljevgrad (“la ciudad del rey”), un poblado medieval que contaba con el apoyo del realizador y del que no se ha vuelto a saber nada.

Otra reflexión: el caso del cine del Kusturica es la demostración más evidente de lo que se pierde con el doblaje. Sus películas en versión original ganan una barbaridad. No se puede doblar esa sinfonía poética de palabras y música. El cine cómico de Kusta deja de ser cómico doblado.

Acabo de volver a ver las once películas de Kusturica. Ésta es mi opinión:

¿Te acuerdas de Dolly Bell? (1981)***
Metáfora del fin de la era de Tito en Yugoslavia. Un adolescente se inicia en el amor con una prostituta. Su padre enferma. Interesante pero algo pesada.

Papá está en viaje de negocios (1985)*****
Obra maestra incontestable. La Yugoslavia comunista de los años 50 a través de los ojos de un niño cuyo padre es deportado. Con el gran actor Miki Manojlovic, que repetirá en 1995, y ya como secundario en 1998, 2007 y 2016.

El tiempo de los gitanos (1988)***
Primera de tres colaboraciones con el músico Goran Bregovic. La peripecia vital de un joven gitano. Con momentos magníficos, pero demasiado recargada y algo plasta.

El sueño de Arizona (1993)**
Realizada con actores estadounidenses consagrados (Johnny Depp, Jerry Lewis…), oscila entre la extravagancia sin estallar, la poesía sin emocionar y el peor pecado: el humor sin hacer gracia.

Underground (1995)****
Imponente esperpento sobre la historia de Yugoslavia desde la II Guerra Mundial hasta nuestros días. El título se refiere a un sótano, metáfora de la era de Tito. Muy buena.

Gato negro, gato blanco (1998)***
Desenfadado vodevil coral que enlaza desvaríos en torno a una boda gitana amañada, con final feliz. Animales sueltos, disparos al aire y pareja de adolescentes enamorados. Entretenida.

Super 8 Stories (2001)**
Documental sobre el grupo de rock-cabaret “No Smoking Orchestra”, en el que Emir Kusturica toca la guitarra eléctrica y su hijo la batería. De escaso interés; algo plomizo incluso.

La vida es un milagro (2004)****
Protagonizada por Slavko Stimac, ya
presente en los filmes de 1981 y 1995. La guerra de los Balcanes llega en tren a un pueblo serbobosnio y los críticos se cansan de Kusturica. Pero es fenomenal.

Prométeme (2007)***
Divertida charlotada serbia entre el mundo rural, con inventos de TBO incluidos, y el urbano, con corrupción inmobiliaria y prostitución. El protagonista es un niño que se casa con la más guapa. Sin complejos. Muy disfrutable, cero aburrimiento.

Maradona by Kusturica (2008)****
Documental sobre el famoso futbolista argentino. Inmensamente ameno y conmovedor, además de bastante descuidado técnicamente. Pero nos da lo mismo, es oro puro.

En la Vía Láctea (2016)**
Monica Bellucci en la guerra de los Balcanes en 1995. Empieza con garra, con las constantes de siempre y estéticamente perfecta, pero resulta alargada sin mesura, cada vez más lenta y sin interés.


El Pepe, una vida suprema (2018)***
Documental que sigue a Pepe Mugica en su retirada política como presidente de Uruguay. Entretenido y simpático.


De acuerdo, En la Vía Láctea es bastante mala. Pero también lo fue El sueño de Arizona, por ejemplo. Nadie es perfecto. Y mucho menos un artista loco, por supuesto.

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